El 21 de noviembre del año 1610, Juana de Lestonnac quiso celebrar esta fiesta de la Iglesia y poner a las niñas bajo la protección de María. Una tradición que se ha vivido sin interrupción en la mayoría de los Colegios de la Compañía de María en el Mundo.

Celebrar cada año esta fiesta, es la ocasión para entregar al Señor los frutos de lo vivido.

 

Origen de la Fiesta de la Presentación en la Iglesia

Los Evangelios nada dicen sobre la niñez y la adolescencia de María. Esta etapa de su vida aparece en escritos apócrifos, en el proto-evangelio de Santiago (Natividad de María). A pesar de tratarse de un libro apócrifo, ejerció una enorme influencia en la liturgia, en la Mariología, y en el arte. Por medio de este documento, tenemos conocimiento de los nombres de los padres de María, Joaquín y Ana, y de su Presentación en el Templo.

Según este libro, María, conforme a la promesa hecha por sus padres, fue conducida al Templo a los tres años, acompañada por un gran número de niñas que llevaban antorchas encendidas, con la presencia de autoridades de Jerusalén. Para subir al Templo, había 15 peldaños, que María subió sola, a pesar de su corta edad.

El emperador Justiniano en el año 534 permitió que se construyera una Basílica, la Nueva Santa María, en el lugar donde había estado el Templo de Jerusalén. Esta fiesta es celebrada en la Iglesia Oriental desde el siglo VII. La fecha 21 de noviembre se debe al día de la dedicación de la Basílica a María. En Occidente, la fiesta fue establecida en el siglo XIV por el Papa Gregorio XI, la ciudad de Avignon fue la única en tener el privilegio de celebrar en Occidente esta nueva festividad. En 1585, el Papa Sixto V decreta que sea celebrada en toda la Iglesia católica occidental.

La fiesta de la Presentación de María expresa su pertenencia exclusiva a Dios. María es verdadero templo de Dios y su corazón siempre estuvo centrado en su voluntad.

 

Origen de la Fiesta de la Presentación en la Compañía de María

La Fundadora, un día visitando las clases, para observar si las Maestras cumplían bien su deber y si las alumnas respondían totalmente a sus desvelos, tuvo la inspiración de ofrecer a Dios las primicias de los frutos de su Orden y consagrar a la Santa Virgen todo este primer grupo, poniéndolo bajo su protección.

El día de la Fiesta de la Presentación, las alumnas se trasladaron a la clase más amplia de todas, para una explicación del misterio de la Presentación de la Santa Virgen y de las virtudes que practicó. Terminada la exhortación, se abre la puerta de las clases, de donde sale una gran multitud de Jóvenes en procesión, de dos en dos, con un cirio blanco en la mano. La que inicia la marcha lleva una bella imagen de Nuestra Señora. Un Sacerdote las recibe en el atrio de la Iglesia y, después de haber conducido a la que inicia la marcha delante del Coro, donde coloca la imagen, celebra una Misa solemne. En el Ofertorio, cada una hará su consagración tal como se les ha enseñado. A esta ceremonia, la llamaba la Fiesta de las Externas y quiso que se renovara todos los años, en todas las Casas de su Orden.