Un día grabado ya en el tiempo de hace cuatro siglos, María buscó unas manos que, en su nombre, acudieran a llenar grandes vacíos de fe, de sentido, de cultura... y encontró las de una mujer.

Las manos tendidas de Juana de Lestonnac se alargaron abrazando el mundo y la COMPAÑÍA DE MARÍA, desde entonces, sigue buscando hoy esperanzas que hagan historia al repetirse.

Extendidas por cuatro continentes, sus comunidades realizan la misión de evangelizar como educadoras al servicio de una fe que invite a pensar, necesite orar, obligue a actuar y dé frutos de justicia.

Nuestra fundadora, Juana de Lestonnac, pertenecía por la línea materna a una familia de humanistas: los Eyquem de Montaigne, y por la paterna, los Lestonnac una familia política. La obra de su tío Miguel de Montaigne, y particularmente sus "Ensayos" influyen en el pensamiento de Juana de Lestonnac.

Ella decide que la Orden debe caracterizarse por el "apostolado y el amor a la sociedad", "la austeridad y la mesura", "fusión de la vida activa y la contemplativa", "espíritu mariano y apostólico". Las Reglas de la Comunidad y su Constitución tienen también influencia de la Espiritualidad de Ignacio de Loyola y los Jesuitas de su época. El Proyecto Educativo de Juana de Lestonnac armoniza entonces: La pedagogía jesuítica, el influjo humanista de Montaigne, y las singulares intuiciones de la Fundadora.

Juana de Lestonnac, una mujer abierta a Dios, a su familia y a la sociedad de Burdeos; una mujer que escucha al Señor desde la realidad que la rodea, que lee los acontecimientos de la vida desde el saberse permanentemente conducida por Él y que busca la respuesta que está llamada a dar; desde la gracia recibida y consciente del papel de la mujer en la Historia de la Salvación, intuye y da forma a la Compañía de María, una comunidad dinámica, capaz de dar respuesta y de "Tender la Mano" a las situaciones necesitadas de salvación, desde un servicio educativo: "Quien educa a una mujer, educa a una familia".

Cuando Juana de Lestonnac muere en 1640, la Orden contaba con 30 casas en Francia. La proyección de su obra no se encerró en los límites de su Patria ni de su siglo. El humanismo cristiano, latente en su sistema pedagógico, llevaba en sí la capacidad de un desarrollo progresivo y de una adaptabilidad a tiempos y situaciones nuevas.